Entre los recuerdos gastronómicos de mi infancia, estos emparedados de jamón y queso ocupan un lugar muy especial. Los preparaba mi abuela, con todo su mimo y cuidado, y me volvían loca. No se me había ocurrido hacerlos hasta hoy y, visto el éxito que han tenido en casa, creo que van a caer a menudo.
Son una suerte de sándwiches de jamón y queso, rebozados y fritos, muy fáciles de preparar. Solo requieren de un puñadete de ingredientes básicos que es bastante probable que tengáis en vuestras cocinas. Una barra de pan o, en su defecto, pan de molde, jamón, queso, huevo, leche y aceite.
Es de esas recetas que vuelan del plato según sale a la mesa, así que recomiendo hacer mucha cantidad. Lo vais a agradecer. Están deliciosos recién hechos, aunque aguantan el tipo un buen rato. El relleno se puede adaptar al gusto, usando el queso que más os guste, así como cambiando el jamón por otro fiambre.
Cortamos la barra de pan en rebanadas finas, de menos de 1 centímetro. Nos sobrará barra, pues solo necesitamos 12 unidades. Cortamos las lonchas de jamón por la mitad y también las de queso. Doblamos el queso y lo envolvemos en el jamón (así reducimos el riesgo de que se salga del sándwich durante la fritura).
Montamos los emparedados colocando estos paquetitos de jamón y queso entre dos rebanadas de pan. Batimos el huevo y la leche y salpimentamos al gusto. Pasamos los emparedados por la mezcla, asegurando que quedan bien empapados y los freímos en abundante aceite caliente. Escurrimos bien antes de servir.
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Con qué acompañar los emparedados de jamón y queso
Dependiendo del momento y la ocasión en que se vayan a servir, se pueden acompañar o no. Si preparáis los emparedados de jamón y queso para la merienda, se bastan por sí solos para saciar el apetito. Pero si los vais a servir como aperitivo, una bebida bien fresquita les va de fábula. Y si los servís como plato único a la hora del almuerzo o de la cena, una ensalada ligera de hojas verdes es una buena opción.
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