¿Te has preguntado alguna vez por qué los plátanos tienen esa forma tan peculiar? Estamos tan acostumbrados a esta fruta de origen tropical que quizá su aspecto ya pase desapercibido, pero si lo analizamos bien, hemos de admitir que las bananas son las raritas del frutero. O al menos lo eran antes de que nos llegaran otras más exóticas y extrañas.
Con su pulpa rica en almidón que se vuelve cremosa y dulce al madurar, la cáscara o piel -comestible- que solemos pelar a mano sin dificultad y su sabor tan distinto al de frutos más acuosos y fibrosos, el plátano no es en absoluto una fruta ordinaria. Y ese perfil curvado que casi se semeja a un boomerang no responde a un capricho estético de la naturaleza, sino a un mecanismo biológico de supervivencia.
Para comprender por qué las bananas son así no hay más que fijarse en las plantaciones del árbol del mismo nombre, que en nuestro país podemos conocer en Canarias. Rápidamente veremos que esta fruta crece en racimos a partir de las llamadas 'manos', las hileras con aspecto dactiliforme donde fructifican las flores femeninas.
Los frutos, falsas bayas, crecen así en un gran racimo colgante de varios niveles o manos. Y lo hacen desarrollándose hacia arriba, en lugar de caer hacia el suelo. Es decir, al contrario que la mayoría de frutos, los plátanos 'suben', burlando a la gravedad.
Porque lo que hacen es buscar el sol, como hacen los girasoles, con la luz filtrándose a duras penas desde las alturas entre los frondosos árboles de estas plantaciones. La explicación más correcta nos remite al término de geotropismo o gravitropismo, el movimiento direccional de un organismo en relación con la gravedad.
El gravitropismo positivo obedece a la gravedad y es relativo a las raíces, que crecen hacia el suelo, mientras que el de los tallos y troncos es, normalmente, negativo, pues se desarrollan hacia arriba. Si pensamos en cualquier fruta común, como peras, uvas, cerezas o manzanas, comprobamos que crecen 'cayendo' hacia el suelo. Pero el plátano se empeña en hacerlo al revés.
Y esto responde a un mecanismo natural de supervivencia en su búsqueda de la luz. Pero en lugar de ir directamente hacia los rayos que se cuelan entre las intrincadas hojas del árbol, busca la fuente del sol. Si los plátanos simplemente se dirigieran a esa luz, toda la planta acabaría torciéndose, con el riesgo de caer por el peso y morir.
Al desarrollarse erguidos en vertical, se mantiene el perfecto equilibrio de todo el organismo. Lógicamente, la gravedad sigue estando presente, por lo que fuerza a la banana a curvarse. Cuanto más largo es el plátano, más se curva a medida que crece, pues lo que se dirige hacia el sol es siempre el extremo inferior, y es el motivo por el cual los ejemplares más pequeños son más rectos.
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