Estos panecillos de queso cheddar nos han robado el corazón por su sabor, textura (crujiente por fuera y tierna por dentro) y lo fáciles y rápidos que resultan de preparar. Solo tenéis que echar un vistazo al vídeo que hay más abajo para comprobarlo por vosotros mismos.
Los anglosajones los denominan "galletas" y es que el proceso es más parecido al de estas últimas que al del pan, pues solo hay que mezclar los ingredientes, formar montoncitos de masa sobre una bandeja de horno y ¡a cocer! Nivel de complicación inexistente.
Si tenéis todos los ingredientes en casa, os recomendamos que os pongáis manos a la obra ya mismo. El queso cheddar se puede sustituir por cualquier manchego curado, de esos con mucho sabor, o por algún otro tipo parmesano, grana padano o similar.
Mezclamos la leche con el zumo de limón, removemos y dejamos reposar unos minutos para que se corte y se forme lo que los anglosajones llaman "buttermilk". Guardamos en la nevera hasta el momento de usar.
En un cuenco amplio mezclamos la harina con el azúcar, la sal, la levadura, el ajo en polvo y la mantequilla cortada en cubos, muy fría. Aplastamos con un tenedor hasta que la mantequilla quede reducida a pequeños grumos. Añadimos el cheddar rallado y removemos.
Incorporamos el buttermilk (frío de la nevera) y mezclamos con un tenedor, sin tocar la masa con las manos para que no se caliente. Cuando esté integrada, depositamos pequeñas porciones de masa sobre una bandeja de horno cubierta con papel vegetal.
Cocemos en el horno, precalentado a 200 ºC con calor arriba y abajo, durante 15-18 minutos o hasta que estén dorados. Servimos en caliente o en frío, tal cual o rellenos de jamón, verduras asadas, etc.
Con qué acompañar los panecillos de queso cheddar
Para merendar, para el aperitivo o, incluso, para un desayuno salado, estos panecillos de queso cheddar son perfectos para cualquier momento del día. Da igual cómo los comas: tal cual, por sí solos, o acompañados de un vaso de leche u otra bebida de tu preferencia. Recién hechos son un manjar.
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