Multiplicada y fotografiada hasta la saciedad, pocas imágenes de viajes hay más características que la mítica entrada a Petra. Ubicado en Jordania y antigua capital del reino nabateo, este singular laberinto —en un angostísimo valle— cercano al mar Muerto es un destino turístico internacionalmente conocido.
Sobre todo por dos de sus grandes emblemas, a través de construcciones labradas en la propia roca del valle —caliza, fácil de trabajar— como son Khazneh y Deir. Con más de 2.700 años de Antigüedad, estos vestigios nabateos permanecieron casi ocultos hasta finales del siglo XIX, cuando un explorador alemán los redescubrió.
Sin embargo, hay otras Petras —si llamamos petras a ese tipo de edificaciones que, más o menos excavadas en roca que se han acabado porticando—. Evidentemente no es lo mismo, pero lo cierto es que en España hay varias petras, siendo una de ellas este ejemplo en Burgos, pero también la que hoy os traemos y que nos traslada a la Región de Murcia.
Hablamos del Santuario de la Virgen de la Esperanza, en Calasparra, una de las cunas del arroz español y cuya patrona se encuentra en esta singular cueva a unos seis kilómetros del centro de la ciudad.
Esta ermita, naturalmente generada gracias a la erosión subterránea, lleva en uso desde el siglo XVII, habiendo servido desde hace siglos como refugio de pastores y de campesinos, que encontraban en ella el cobijo suficiente tanto en los días de lluvia como en los de calor.
El acceso al Santuario de Nuestra Virgen de la Esperanza
Declarado como lugar de interés geológico, la realidad es que también se han ido añadiendo nuevas salas a la antigua cueva. No obstante, es también la fachada uno de los elementos que más atracción suscitan, motivo por el que se la puede encontrar a veces como 'La Petra murciana', si bien es cierto que la fachada se ha rematado con una suerte de sillar, muy parecido a la piedra donde se encajona la ermita.
Más allá del misticismo, la realidad también de esta Petra murciana está en que el santuario es uno de los que más peregrinos acoge anualmente, siendo epicentro de una importante actividad romera.
Interior del santuario
De hecho, parte de las rutas senderistas —además de la fe— que se suelen hacer en la zona tienen como punto de partida el santuario, como el Sendero de los Romeros o el Sendero del Atajo, ambos muy accesibles para todo tipo de públicos y que no suelen necesitar más que una hora y media de caminata para resolver los cinco kilómetros de distancia.
En ruta por España y Portugal 2 (Guías En ruta Lonely Planet)
Algo más exigente es subir los 300 escalones de Las Escarigüelas, otro de los encantos de la zona, que conducen a un mirador sobre el Santuario y sobre el meandro del río Segura, que ofrece maravillosas vistas de la zona.
Imágenes | iStock
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