Con más de 15 años de experiencia en el mundo del marketing, Elsa López (Bilbao, 1985) llegó a la fotografía gastronómica de casualidad. Considerando el octavo arte como un mero hobby, tampoco fue un especial interés por la cocina o la repostería casera lo que terminaría por cambiar por completo su vida profesional. Lo suyo eran las manualidades, no meter las manos en harina.
Y, sin embargo, es muy probable que te hayas cruzado con alguna de sus apetitosas instantáneas en más de una ocasión. En muy pocos años, y tras lanzarse de cabeza a un proyecto personal que podía salir estrepitosamente mal, López se ha labrado todo un nombre en un sector muy reducido y a vez muy saturado, el de la fotografía de dulces y postres.
No hay más que echar un vistazo a las redes sociales como Instagram para comprobar que están plagadas de imágenes de comida, muchas de ellas centradas en el dulce, pues es lo que más vende. Suculentas delicias vestidas de revista que invitan a lamer la pantalla en busca de un 'me gusta' o peticiones de la receta.
Pero esta bilbaína aprendió pronto que no es oro todo lo que reluce, ni todo el mundo sabe cómo sacar partido a su producto. Especialmente las marcas profesionales, cocineros, tiendas, periodistas, redactores o incluso influencers y bloggeros. Y si un dulce no luce bien en la foto, o no destaca por sí mismo, se pierde en el maremágnum virtual.
También tardó poco en aprender algo que ha convertido casi en su mantra para animar a cualquier novato a mejorar su nivel: no importa lo que cueste tu equipo si detrás no hay una buena técnica. Como afirma en su propia web, “No le eches la culpa a la cámara de que tus fotos no te salgan bien”.
Fue una cuenta de Instagram de manualidades la que puso la semilla para que Elsa López quisiera aprender a mejorar unas fotos que, según se dio ella misma cuenta, “eran un churro”. Y poco a poco descubrió que no hace falta tener un gran equipo para deslumbrar con tus imágenes. Se enamoró de la fotografía de producto, y especialmente del mundo dulce.
Hoy cuenta ya con colaboraciones y trabajos para algunas de las marcas de alimentación más famosas de nuestro país, así como numerosas revistas y medios especializados, pero López disfruta sobre todo compartiendo su pasión con otros aficionados. Y se ha empeñado en que todo el mundo sepa cómo hacer buenas fotos de sus dulces, de las que griten 'cómeme'.
Además de compartir numerosos consejos, técnicas y trucos en sus redes sociales, esta reconvertida fotógrafa acaba de publicar su primer libro, 'Fotografía de postres y dulces' (FotoRuta - JdJ Editores), un delicioso manual tremendamente práctico y fácil de seguir con el que puedes terminar babeando.
Charlamos con ella sobre su publicación, su trayectoria profesional y su visión de la fotografía gastronómica como arte y trabajo.
En la introducción de tu libro cuentas que llegaste a la fotografía gastronómica casi de casualidad y hace muy pocos años, a partir de un curso. ¿Cuál era hasta entonces tu relación con la fotografía?
Pues la verdad que siempre me ha gustado sacar fotos pero no me había animado nunca a aprender más en serio como hasta ahora. De hecho, en mi profesión de marketing trabajé varios años con algunos clientes del sector de fotografía escribiendo artículos en sus blogs de empresa y redes sociales. Y poco a poco, iba entendiendo un poco mejor cómo funcionaba este arte a base de investigar e informarme para escribir los artículos.
Pero no fue hasta tener una cuenta de Instagram sobre manualidades algo antes de la pandemia, que me empecé a interesar más para aprender ya en serio para mí. Yo veía que las fotos que subía de eran un churro, por mucho que intentaba hacer cambios, no sabía por donde me daba el aire, así que de casualidad vi que salió un curso de fotografía anual de fotografía en el aula de cultura de mi ayuntamiento y me apunté de cabeza.
A partir de ahí me fui interesando en ir aprendiendo también de manera paralela en fotografía de producto específicamente y de ahí acabé derivando más en concreto en la gastronómica. Todo desde el principio como un hobby que al final se acabó convirtiendo en parte de mi profesión.
Conocemos varios casos de profesionales de la fotografía gastronómica que empezaron con su afición a la cocina, y de ahí dieron el salto. En tu caso, ¿te considerabas "cocinillas" antes de lanzarte de lleno a la fotografía? ¿Te interesaba el mundo de las recetas, los blogs, páginas web, redes sociales... de cocina y repostería?
Mira, me encanta ir a cursos para aprender todo tipo de cocina por afición. De hecho, estuve yendo un año a clases de pan porque, además, me resultaba relajante. Aprender a cocinar en general lo encuentro muy entretenido, lo disfruto mucho. Luego yo en casa puedo hacer verdaderos desastres, pero en general, no se me da del todo mal, aunque yo soy más de cocina tradicional de andar por casa, en plan sota-caballo-rey.
Además, tengo muy buenos recuerdos desde pequeña haciendo galletas en casa con mis hermanas el fin de semana o ayudando a mi tía abuela a hacer tortos de maíz con chorizo en el pueblo.
Luego lo que es cocinar en sí, me gusta hacerlo cuando tengo tiempo o cuando hago alguna receta para fotografiar para clientes. Realmente la cocina del día a día en mi casa me aburre tremendamente porque es como una obligación que tengo que hacer con prisas [risas].
Así que en mi caso, la fotografía gastronómica no surgió por tener un blog de cocina, si no más bien por aquel proyecto de manualidades y porque disfruto comiendo y aprendiendo a cocinar.
¿Cuál es tu experiencia con otros campos fotográficos? ¿Has explorado la fotografía de paisajes, retratos...? Más allá de los ejercicios que se hicieran en aquel curso, ¿te planteaste alguna vez desarrollar más otras temáticas? ¿O tenías muy claro desde el principio que querías especializarte en la gastronomía dulce?
En el primer año sobre todo aprendiendo fotografía, me gustaba salir a dar paseos por la naturaleza a fotografiar lo que pillara o cuando iba de viaje: desde paisajes, animales, fotografía de calle, hacer retratos de mi familia o corporativa para el negocio de mi hermana…
Pero siempre tiraba más hacia la foto de producto desde el principio. Me parecía mucho más “sencillo” (muy entre comillas) y práctico ponerme en mi despacho a sacar fotos cuando yo quisiera sin depender del tiempo ni de otras personas. Y la foto de producto y gastronómica me permitía además tomar las fotos con calma, sin prisas, preparando todo bien para tener la foto perfecta sin moverme de casa.
Cuando ya me decidí a abrir mi Instagram de fotografía, en realidad, lo hice por ver yo misma la evolución de mis propias fotos, a modo de ejercicio. Y poco a poco fue derivando en ir enseñando a los demás lo que yo iba a aprendiendo.
Así que me animé a crearme una web y a regalar un ebook sobre fotografía de producto en general. Fui viendo la acogida y al de unos meses lo afiné un poco más centrándome en postres y dulces. Un micronicho que a priori me pareció arriesgado porque tenía muchas dudas de si me estaba cerrando demasiado. Pero confié en mi instinto porque, al igual que hay fotógrafos que se especializan por ejemplo en botellas o en hamburguesas, sabía que especializándome en algo concreto podía aprender y mejorar mis fotos más rápido y también para destacar del resto de la competencia de fotógrafos.
La fotografía hace tiempo que se ganó la categoría de arte, aunque no le faltaron detractores en su momento. Ahora se debate mucho sobre si la cocina es un arte o no. Viendo tus fotografías es difícil negar que son piezas artísticas. ¿Crees que es la propia foto la que eleva un alimento o plato a la categoría de arte, o son dos artes que se pueden complementar? ¿Qué hace que una foto de comida sea 'arte'?
Yo creo que ambas cosas van de la mano. De hecho, siempre digo que por mucho que tengas un gran producto, si no sabes reflejar lo bueno que es en una foto, entonces no hay nada que hacer. No vas a conseguir el objetivo de que esa foto sirva de gancho para que descubran tu marca y producto y te compren.
“Puedes tener una foto bestial, pero si tu producto no hay quien lo coma, no vas a ningún lado”
Y viceversa: puedes tener una foto bestial, pero si luego tu producto no hay quien lo coma, pues tampoco vas a ningún lado. Puedes engañar a un cliente una vez, pero no repetirá una segunda.
Para mí una foto buena, no es simplemente que sea una foto artística o bonita, sino que tiene que ir un paso más allá. Por un lado tiene que llamar la atención y por otro hacerlo sobre el público que a ti o a la marca le interesa y, por supuesto, reflejando los valores de la marca.
O sea, una foto tiene que tener una intención de marketing muy clara que acompañe la estrategia general del negocio para finalmente conseguir más ventas, que es lo que quiere conseguir con todo esto al fin y al cabo el negocio.
Tras explicar los pilares de la fotografía dedicas un apartado a encontrar el propio estilo, e incides mucho en que es quizá lo más importante. Becky Lawton también menciona el estilo como la clave para hacer fotos buenas. ¿Crees que ese estilo es lo que separa a los grandes autores? ¿Cómo se puede dejar una huella personal cuando te tienes que adaptar al estilo que impone una marca?
Creo que tú misma lo has explicado muy bien. Un fotógrafo puede tener su propio estilo personal, pero un BUEN fotógrafo es aquel que, a pesar de tener su estilo propio, lo sabe fusionar y adaptar a lo que cada proyecto necesita.
Si pensamos en un fotógrafo, por ejemplo, especializado en bebidas, por mucho que esa persona tenga su propio estilo, no tendría sentido que hiciera las mismas fotos para Coca-Cola que para Pepsi, y eso que ambos tienen un producto prácticamente igual. Siendo competencia, tendría que buscar la manera de que esas fotos reflejaran su diferenciación de una marca a la otra para no parecer clones, que es finalmente lo que la marca quiere, ser reconocible frente a su competencia.
Por tanto, antes de ponerse a sacar fotos al tuntún, es muy importante definir un estilo fotográfico de cada proyecto para sacar fotos atractivas y coherentes con la identidad visual de cada marca, para que te compren a ti y no al vecino.
Y siguiendo un poco más en el aspecto artístico de la fotografía gastronómica... ¿qué opinas del "falseamiento"? Los trucos y técnicas que usan sobre todo en publicidad para que una comida luzca muy apetitosa y perfecta, a veces exageradamente, pero que sería incomestible, como usar barnices o pinturas, helados de mentira... ¿los has usado alguna vez, o prefieres apostar por la naturalidad 100%?
Digamos que hay como dos tendencias dentro de la fotografía gastronómica: la que abusa de utilizar recursos falsos como los que todos conocemos que se hacen con las hamburguesas de las grandes cadenas (y que la gente cada vez le gusta menos esas fotos porque saben perfectamente que el producto no es así, porque no son tontos). Y las fotos más naturales donde se busca ensalzar el producto pero sin transformarlo en algo que no es.
“No se trata de engañar, sino de transmitir lo bueno que ya es tu producto”
En mi caso, yo prefiero usar productos naturales y puntualmente si no queda otro remedio utilizar algo más “fake”, como por ejemplo hielos de plástico. Pero no el producto en sí falso al completo.
Como me dijo una vez una seguidora y fotógrafa, Vanessa Cañadas: “Cuando me sale un grano en la cara intento taparlo, no? Pues eso. Otra cosa es tenerlo todo postizo”.
Porque al fin y al cabo, la presentación del producto es igual de importante que su elaboración. No se trata de engañar a nadie, se trata de transmitir de la mejor manera posible lo buenos que YA son tus dulces y postres.
¿Tienes algún referente o artista que admires? ¿Sigues el trabajo de otros profesionales o te inspiras en otras ramas del arte?
Tengo muchos [risas]. De hecho, la mayoría de los profesionales que admiro han acabado siendo también mis profesores.
En la última página de mi libro, la de los agradecimientos, los menciono a todos por si pueden servir de inspiración también a otras personas. Por ponerte algún ejemplo de fotógrafas que son mis referentes en fotografía gastro:
Kimberly Espinel ha sido una de mis mentoras y me encanta cómo juega con la luz natural y el color en sus fotos.
Luego tenemos a Anja Burgar, otra de mis profesoras que admiro por su habilidad para trabajar de manera profesional con la luz artificial y su versatilidad al tomar fotos con flash sin que parezca que lo está usando.
Y por último, aunque no es la única en mi lista como te decía, Eva Kosmas Flores, otra de mis profesoras a la que admiro. Me fascinan las atmósferas tan acogedoras que logra capturar en sus fotos.
Las redes sociales han democratizado todo, también la gastronomía y la fotografía. Esto tiene su lado positivo pero también negativo. En tu caso, ¿en qué manera te han ayudado a desarrollar tu carrera ? ¿Es más fácil darse a conocer y establecer contactos, o, por el contrario, se 'devalúa' el valor de un profesional al haber tanto influencer? ¿Hay demasiada competencia?
Yo creo que las redes sociales, en mi caso sobre todo Instagram, son el primer lugar donde me descubre la gente, tanto de manera orgánica por las fotos y stories que subo, como, -sobre todo- más por los anuncios que hago pagando al amigo Zuckerberg. Que hoy en día, ya sabemos que si fuera solo por el alcance orgánico del algoritmo y por la cantidad de competencia que hay, no se llega a casi nadie.
Por eso, no creo que basar todo el negocio en Instagram o en las redes sociales en general sea una buena decisión, porque si un día Instagram desaparece, te cierran la cuenta o te la roban (como he visto que le pasa cada vez a más influencers), pues entonces se te cae el chiringuito abajo y es una gran faena.
Yo las redes las uso para atraer a mi casa, es decir a mi newsletter, no tanto para vender desde allí. En mi base de datos de suscriptores yo tengo mi activo de negocio y si un día cierra Instagram, yo puedo seguir enviando emails a mis suscriptores como siempre, que no se me cae el mundo (aunque me daría mucha rabia perder todas las cuentas que sigo, porque también son una gran fuente de inspiración).
Y otro aspecto negativo es el del robo de las fotografías. ¿Puedes hablarnos un poco de tu experiencia con esto? ¿Están aumentando los casos o es algo constante? ¿Cómo actúas cuando te encuentras tu trabajo usado sin permiso?
Pues mira, esto me ocurrió una vez que yo recuerde, con una marca que publicó una foto mía para vender sus productos en Instagram sin pedirme permiso.
Cuando pasan estas cosas, suele ser muchas veces por ignorancia. Yo simplemente les escribo para decirle cómo funciona el tema y que normalmente si se usan mis fotos para un fin comercial, tiene un coste.
“Yo soy la que decide con qué marcas o empresas trabajo 'gratis'”
De hecho, yo no tengo problema en ceder mis fotos gratis. Pero no a todo el mundo y, por supuesto, con condiciones. Es decir, yo soy la que decide con qué marcas o empresas trabajo “gratis”. Porque a lo mejor, el proyecto no tiene una compensación monetaria directa pero me conviene colaborar, bien por crear portfolio de algo que me interesa mucho porque no he hecho nunca, bien por exposición/visibilidad, una marca que me gusta mucho o bien por poder explicar el making off de esa sesión en mis libros, formaciones, etc.
Por resumir, si soy yo la que busca la colaboración sin “coste” económico, lo hago porque es un win-win para ambos lados. En cambio, si una empresa me propone hacer fotos con poco presupuesto o gratis, generalmente, puedo llegar a valorarlo, pero tendría que tener otro tipo de compensación no monetaria que realmente esté equilibrada para que ganemos todos.
Volviendo a tu libro, da la impresión que es la obra que te hubiera gustado leer a ti cuando empezaste. Casi parece que desvelas secretos a personas que puedan ser tu posible competencia a nivel laboral. ¿Pensaste en eso al plantearte el proyecto, o te mueve más compartir tu pasión? ¿Te motivó el encontrarte con muchas fotografías fallidas por las redes, como el caso que comentas de la torrija-pechuga empanada?
Sí, ¡tal cual! He escrito el libro como me hubiera gustado que me lo hubiesen explicado a mí.
Y lo escribí pensando en todas las personas que quieren sacar mejores fotos dentro del mundo de la alimentación: desde pasteleros, community managers, marcas de alimentación, influencers… y, por supuesto, fotógrafos.
“Un dulce no se vende solo”
No creo que haya que tener miedo a la competencia, de hecho, yo soy la primera que me encanta aprender de otros fotógrafos que tienen más experiencia que yo o que me gusta su estilo. Me encanta ver los procesos creativos de otros compañeros para ir mejorando el mío propio y creo que yo también puedo transmitirlo a quien quiera aprender como es mi metodología. Que al final no es ni peor ni mejor que la de otros fotógrafos, si no que es la mía.
Por otro lado, alguna vez he oído decir “es que un dulce se vende solo”. Pues no, amigos, la pobre torrija del libro es un buen ejemplo de que esto es totalmente un mito. Por eso, saber cómo hacer buenas fotos también de dulces y postres debería ser algo prioritario si queremos vender nuestros productos y recetas.
Según tu experiencia, y a raíz de la cantidad de fotografías que seguro ves en redes a diario, ¿cuáles son los grandes errores más comunes?
Pues mira, uno de los fallos más grandes es intentar hacer las fotos como las que tiene tu competencia. Ya he comentado antes, que encontrar un estilo propio es fundamental para destacar. Pero la mayoría de personas sigue tendencias que se ponen de moda y entonces, ¿qué pasa? Que eres un clon más.
Entonces lo que hay que hacer cuando algo se pone de moda en tu sector si quieres despuntar, es hacer todo lo contrario.
“Apaga la luz y flash y ponte al lado de una ventana”
Y esto, ya no es que te sirva para fotografía gastronómica, si no que es un principio de marketing que debería seguir cualquier negocio que quiere diferenciarse.
Si hablamos más puramente de fotografía, un error muy habitual al sacar las fotos es no saber cómo usar la luz para favorecer el producto.
Así que un consejo rápido: apaga la luz del techo, por favor, no uses el flash del móvil o del frontal de la cámara y ponte al lado de una ventana. Luego ya me cuentas si notas la diferencia [sonríe].
Finalmente, la fotografía gastronómica, como todas las artes, evoluciona y cambia. No hay más que ver cómo eran hace 30 o 40 años. ¿Hacia dónde crees que se encamina hoy? ¿Te preocupa que empiece a recurrirse a la Inteligencia Artificial?
Pues yo lo que veo (y qué también es lo que me gusta a mi hacer) es que las fotos se vean lo más naturales posibles, que aunque hayas preparado tú la escena desde cero, parezca casi como que te has encontrado así el bodegón. Y no tanto una foto superartificial con todo colocadito super perfecto como lo que se ha visto desde siempre más en la fotografía publicitaria pura y dura a lo mejor de las grandes cadenas de alimentación. A mí me gusta lo artesanal, que se vean migas por la mesa, el bizcocho cortado…
“La IA no me preocupa, puede ayudarnos a todos, siempre que se utilice bien”
Es decir, unas fotos naturales con un “desorden” ordenado y sin caer tanto en el ultraperfeccionismo. Huir un poco de la “foto de folleto de supermercado” e ir más hacia “la foto de revista gourmet artesanal”. Pero más que una tendencia, como te decía, casi es más una preferencia personal.
Por otro lado, la inteligencia artificial no me preocupa, de hecho, creo que es algo que puede ayudarnos a todos, siempre que se utilice bien y con cabeza. Sobre todo para el proceso creativo antes de sacar la foto y para los toques finales con el fin de ayudarnos en la postproducción para mejorar detalles de la foto, no tanto para transformarla por completo en otra cosa que no es.
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