En mi cabeza un muffin tiene que algo denso pero jugoso, bien aromático y con una textura algo rústica, pero nada mazacote. Y no demasiado dulce, porque para mí pertenecen al ámbito de desayunos y meriendas, como estos muffins de zanahoria y plátano, esponjosos y jugosos, estupendos para mojar en la leche o el café.
He comentado varias veces lo mucho que me gusta la repostería con zanahoria; combinarla con plátanos de esos que maduran muy rápido en verano ha sido todo un acierto. El único inconveniente es rallar la verdura.
Si contamos con un procesador de alimentos lo haremos en apenas segundos, pero ni qué decir tiene que se puede hacer perfectamente a mano con un buen rallador, siempre con cuidado.
Precalentar el horno a 180ºC y preparar una bandeja con 12 cavidades de muffins o magdalenas, con cápsulas o engrasándolas con aceite o mantequilla. Lavar, secar y pelar ligeramente las zanahorias. Rallar finas con un rallador hasta obtener los 150 g.
Colocar en un recipiente mediano los huevos con el azúcar moreno, los plátanos pelados y machacados, la vainilla y el aceite. Batir con una batidora de varillas hasta tener una masa homogénea, con ligeros grumos.
Aparte mezclar con unas varillas las harinas, la levadura, la sal, el bicarbonato y la avena. Agregar estos ingredientes a la primera masa y empezar a mezclar. Incorporar la leche, removiendo suavemente, y la zanahoria. Mezclar con movimientos suaves hasta que quede todo bien integrado.
Repartir la masa en los moldes y hornear durante unos 18-20 minutos, hasta que estén dorados y al pinchar con un palillo salga prácticamente limpio. Esperar un par de minutos fuera del horno antes de desmoldar y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
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Con qué acompañar los muffins
Como ya he mencionado, estos muffins de zanahoria y plátano son estupendos para empezar el día con un bocado energético algo dulce, pero nutritivo. Son esponjosos además de saciantes, se mojan muy bien en leche, café o bebida vegetal, y tienen mucho aroma.
En verano, si hace mucho calor, recomendaría guardarlos dentro de la nevera, siempre en un recipiente hermético, aunque pueden perder textura. Otra opción es congelarlos individualmente para disfrutarlos como recién hechos cuando nos apetezca.
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