Un reciente estudio internacional en el que se compara la sostenibilidad entre la agricultura urbana y la convencional concluye que los alimentos cultivados con el primer sistema tienen una huella de carbono, de media, hasta seis veces mayor.
La agricultura urbana está despertando cada vez más interés más allá de asociaciones ecologistas como una posible vía de hacer más sostenible el consumo en las ciudades, motivando en consecuencia una mayor investigación sobre su viabilidad efectiva y posibles ventajas o desventajas reales, pues suscita muchas dudas entre el sector de la producción agroalimentaria.
Este trabajo, dirigido por la Universidad de Míchigan (Estados Unidos), arroja interesantes conclusiones con datos concretos sobre cómo habría que planificar esos huertos urbanos para que su impacto en el medio ambiente sea menor a los cultivos que pretende sustituir.
El estudio, titulado 'Comparing the carbon footprints of urban and conventional agriculture' ('Comparación entre la huella de carbono de la agricultura urbana y la convencial') publicado en Nature Cities, es el mayor trabajo a gran escala de este tipo, para el cual se han analizado 73 instalaciones diferentes de agricultura urbana en Europa y Estados Unidos para comparar los productos con los alimentos procedentes de cultivos convencionales.
A pesar de la mala nota de media que obtienen los cultivos urbanos, el trabajo también lanza conclusiones más halagüeñas. Por ejemplo, los tomates procedentes del suelo de parcelas urbanas al aire libre tienen una huella menor que los de invernadero, mientras que los alimentos transportados por vía aérea producen emisiones mucho mayores que los cultivados en suelo urbano.
Jason Hawes, coautor del estudio, afirma que los resultados de esta investigación permitirán a los responsables de la agricultura urbana planificar y seleccionar mejor los productos para reducir de manera efectiva el impacto medioambiental de este sistema productivo, además de introducir cambios en el diseño y gestión de las propias parcelas.
Analizando tanto plantaciones urbanas profesionales como huertos urbanos individuales y colectivos, se estima que, de media, los alimentos producidos mediante agricultura urbana emitían 0,42 kilogramos equivalentes de dióxido de carbono por ración. Esto es, seis veces más que los 0,07 kg de CO2 por ración de los productos cultivados convencionalmente.
Según explica el coautor del estudio Benjamin Goldstein a Science X, "La mayor parte del impacto climático de las granjas urbanas se debe a los materiales utilizados para construirlas: la infraestructura. Estas granjas suelen funcionar sólo unos pocos años o una década, por lo que los gases de efecto invernadero utilizados para producir esos materiales no se aprovechan eficazmente" .
En comparación, señala, las plantaciones convencionales son mucho más eficientes y productivas, porque además, al emplear semillas seleccionadas, productos fitosanitarios y fertilizantes adecuados, producen mayores cosechas con un impacto mucho menor en la huella de carbono.
Pese a que la agricultura urbana nunca podrá ser una alternativa real a la convencional para alimentar a la población mundial, como vienen avisando desde hace años expertos como Jesús López Colmenarejo, sí es una actividad recomendable para fomentar en las ciudades.
Son más interesantes sus beneficios para el desarrollo social y educativo de la población, con un impacto positivo también en el bienestar y la vida urbana de sus vecinos al crear además espacios verdes y estimular la conciencia ambiental de sus habitantes.
Imágenes | Wikimedia/Linda - iStock
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