Las ensaladas hace tiempo que dejaron de ser exclusivas del verano, pero sobre todo siguen reinando como la opción más sencilla para tratar de comer más ligero o sano, grandes salvadoras de tápers y cenas de dieta. Para repetir siempre los mismos ingredientes y encontrar fácilmente el equilibrio perfecto, existe una fórmula para hacer ensaladas muy simple que podemos aplicar casi improvisando. Y es tan fácil como contar hasta cuatro.
Nos ha costado salirnos un poco de la rutina de la clásica ensalada mixta en la que parecían imprescindibles la lechuga y el tomate, y aún así siguen siendo componentes habituales de muchas fórmulas caseras o de menús del día. El problema de querer innovar es que podemos terminar montando mezcolanzas con poco gusto culinario o desequilibradas tanto en sabores como en nutrientes.
Además de recordar las nueve reglas de oro que siempre nos ayudan a lograr ese equilibrio, recogemos la fórmula de cuatro pasos que la autora Stacey Ballis comparte en MyRecipes. Es un sistema extremadamente simple muy fácil de aplicar a lo que tengamos por la nevera o encontremos en el mercado en cada época.
La fórmula 1-2-3-4
Ballis propone este método para salir de la rutina repetitiva sin tener que complicarnos en exceso a la hora de planificar, cocinar o hacer la compra. Es una fórmula que se adapta a cualquier estación, pues puede emplearse prácticamente cualquier ingrediente susceptible de encajar en una ensalada.
Eso sí, como buena estadounidense aún utiliza el sistema de medidas en tazas y cucharas, pero como se trata de jugar con las proporciones, en casa podemos aplicarla a cualquier tazón o vaso como volumen orientativo. Aunque a estas alturas casi todo el mundo tendrá un juego de cups y tablespoons o, al menos, una jarra medidora. Una taza (cup) ronda los 240-250 ml; una cucharada (tablespoon) son 15 ml y una cucharadita (teaspoon) son 5 ml.
1. Una taza de algo saciante y nutritivo
La autora emplea el término hearty, que se refiere a ingredientes sustanciosos, que nos sacien con gusto y que aporten nutrientes de alta calidad, con una buena cantidad de proteínas. Pueden ser animales o vegetales, una combinación de ambos o mezclando más de un ingrediente hasta alcanzar la misma proporción. Si nuestra ensalada es vegetariana o vegana, conviene combinar productos que sumen juntos proteínas completas, como cereales y legumbres.
2. Dos cucharadas de algo crujiente
Nada mejor para hacer sabrosa una ensalada -o casi cualquier plato- que agregar un elemento crujiente. Las texturas planas son aburridas y sosas y el contraste cocrante en la boca siempre tiene un valor añadido a la hora de disfrutar con placer de un plato. La comida crujiente nos gusta, por eso casi todos los snacks comparten esa cualidad.
Semillas, frutos secos, picatostes, garbanzos tostados, cebolla frita, chips de ajo, tejas de queso, beicon al horno o nachos de maíz son algunas opciones interesantes. Nuestra receta de granola crujiente salada reúne varios ingredientes y es perfecta para coronar ensaladas sumando además muchos nutrientes.
3. Tres tipos diferentes de vegetales
Aquí se incluyen tanto verduras como hortalizas y/o frutas, dejando la combinación al gusto de cada cual. Sí es importante intentar crear un equilibrio entre los tres, o al menos cierto sentido. Si apostamos por ingredientes de temporada suelen encajar muy bien entre sí. Lo suyo sería combinar sabores más vegetales y frescos con otros dulzones y también ahumados o terrosos.
Además podemos jugar con la forma de presentación, usando vegetales crudos o cocinados, frescos o en conserva, encurtidos o desecados, etc. Si tenemos sobras de, por ejemplo, calabaza o brócoli asado, podemos aprovecharlos, o podemos recurrir a remolacha cocida, pimientos asados en conserva, etc.
4. Cuatro tazas de hojas
Si montamos la ensalada para comer al momento o en un táper para llevar y aliñar más tarde, las verduras y hortalizas de hoja deben ser la base, en abundancia pero sin compactar o apretar en exceso. Si preferimos elaborarla en vaso o vertical, serán el último componente a colocar, encima del todo, para no chafarlas.
Además de la gran variedad de lechugas que hoy podemos encontrar en el mercado (aquí repasamos un buen listado), podemos usar otros tipos y/o combinarlos entre sí: rúcula, espinacas, canónigos, pamplinas, repollo, coles de bruselas, col rizada, endivias, radicchio, col china, etc.
Y siempre podemos recurrir a las bolsas de mezclum ya listas para usar; los fabricantes cada vez lanzan gamas más variadas con ingredientes distintos que no necesitan ni lavado previo. No es la opción más económica ni sostenible, pero son una gran ayuda en días ajetreados.
Esta fórmula nos deja el aliño o salsa como opcional y para añadir al final según nos guste o nos apetezca, ya que es algo mucho más personal. Hay ensaladas que no piden más que un poco de buen aceite de oliva virgen extra, y personalmente a menudo no suelo agregar nada más. Una vinagreta básica o salsa de yogur siempre son buenos comodines.
Fotos | Unsplash
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