El mundo del embutido es uno de los más controvertidos nutricionalmente. Aunque hayamos crecido con ellos y sean elementos relativamente tradicionales, la realidad actual si hablamos de macronutrientes y de su información nutricional merece que prestemos un poco más de atención.
Además, es posible que si hablamos de embutidos en la merienda, pensemos que van a ser siempre más saludables que otro tipo de productos como la bollería industrial o los zumos de frutas. Como es lógico, debemos entender esto desde un prisma donde no todo es blanco o negro, motivo por el que tampoco deberíamos creer que todos los embutidos son nutricionalmente fabulosos e, incluso, que son recomendables para los niños.
La realidad, si prestamos atención a las Recomendaciones para la alimentación de la primera infancia que hace la Generalidad de Cataluña, es que hay una categoría de alimentos que no se recomienda dar a los menores de tres años y que entraría en la categoría de 'superfluos'.
Es decir, según explican, se trataría de "cuanto más tarde y en menor cantidad, mejor", incluyendo en esta categoría también a los azúcares, la miel, las mermeladas, el cacao y el chocolate, así como flanes, postres lácticos, galletas y repostería.
Además, insisten en que este tipo de productos no se den por debajo de los 12 meses de edad, recomendando que, en el caso de que se ofrezcan, siempre sea por encima de esta franja.
Consejos que también encajan con lo que remarca la guía de la Prevención y tratamiento del sobrepeso y la obesidad en pediatría, publicada por el Hospital Sant Joan de Déu donde explican que se debe hacer un consumo moderado de dulces y alimentos ricos en grasas, comprendiendo como consumo moderado aquel que no es diario y que, como máximo, debería ser dos veces por semana.
En estos cambios implican la presencia de embutidos como el chorizo, el fuet o la sobrasada, productos que no sólo tienen una gran cantidad de grasa, sino que también tienen una cantidad elevada de sal. Sin embargo, también hay otra realidad que debe ser comprendida a la hora de servir embutidos a los más pequeños: su corte y forma.
Aún teniendo claro el consumo esporádico, también debemos servir este tipo de embutidos en trozos pequeños, fácilmente masticables y sin la piel exterior, lo cual hace más sencilla la masticación y la deglución, evitando riesgos de atragantamiento.
De todas formas, eso no significa que los trozos sean milimétricos. Es conveniente insistir en la importancia de la masticación, tanto como entrenamiento como por cuestiones saludables y de saciado, cortando porciones que sean asumibles para las bocas de los pequeños sin pasarnos.
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