Era crónica de una muerte anunciada y un requisito que algún día tenía que llegar. Aunque todavía no lo vas a ver materializado en las botellas de vino, a partir de la cosecha de 2024 habrá una nueva realidad en el etiquetado que solivianta a muchos productores de vino.
Sobre todo porque la decisión, aunque no se tomó de la noche a la mañana, pues lleva años sobre la mesa, implica un gasto extra que miles de bodegueros y viticultores tendrán que afrontar de cara a 2024.
Podríamos pensar que es un cambio menor, pero la realidad es que la conformación del etiquetado del vino es una de las partes más sensibles de su packaging y de su venta.
Por eso, cuando la Unión Europea aprobó el reglamento que obligará a que todos los vinos producidos en la Unión incluyan los ingredientes, alérgenos e información nutricional en el etiquetado, la noticia cayó como un jarro de agua fría en el sector.
Publicada el pasado 8 de noviembre, pero referido ya a la cosecha de 2024 —es decir, los primeros vinos con etiquetado nutricional serán los de 2024—, la normativa es de obligado cumplimiento para todos los vinos, independientemente del tipo, cantidad producido o tamaño de la bodega.
Calorías, ingredientes, información nutricional
Es cierto que era una demanda habitual, especialmente por los alérgenos, pero también por las calorías que cada copa puede suponer o por los ingredientes, donde hay más intervención de la que podría parecer.
Las quejas, como era lógico, ya estaban sobre la mesa antes de que esto sucediera. La primera es que, de nuevo, la obligación sólo deben cumplirla los vinos producidos en la Unión Europea, permitiendo que vinos de importación —como estadounidenses, argentinos, australianos o sudafricanos— no tengan que implementar este cambio.
Un coste extra y un lastre para la exportación
Un doble rasero que afectará a los vinos europeos también en la exportación, pues obligará a las bodegas a elegir entre dos caminos. Por un lado, exportar con la misma etiqueta que trabajan en Europa —donde figurará esa información nutricional que podría ser disuasoria—. Por otra, mantener un etiquetado diferente para exportación con lo que eso supone de costes extra.
También por el coste que ahora, de un año para otro, supone recomponer etiquetado —que, en muchos casos, ya estaba comprado— y rediseñar la contraetiqueta del vino, que generalmente se utilizaba para contar características o especifidades.
Ahora este espacio deberá ser compartido con un etiquetado en el que debe aparecer el valor nutricional, los ingredientes y los alérgenos en la etiqueta. La alternativa, como explica la Unión Europea, es incluir un QR en la etiqueta donde la información nutricional completa y el listado de ingredientes aparezcan allí, aunque serán de obligada aparición impresa los alérgenos y el valor energético total por cada 100 mililitros.
Demasiados ingredientes y poca cultura científica
Una realidad que comenta Elena Rincón, enóloga de Bodegas Noc, que enumera distintos ingredientes que, si los vinos los llevan, han de aparecer como "uvas y aditivos que se queden en el vino, estos aditivos pueden ser ácidos, sulfurosos, el metabisulfitos, gases de inertización, si se añade carbónico, si se añaden maloproteínas, si se añaden taninos, productos para la estabilización tartárica... Es decir, cualquier producto que se quede en el vino".
Para Iker Madrid, director de las bodegas Casa Primicia, en Rioja Alavesa, " toda la información nutricional, alérgenos y demás, cualquier información para el consumidor final siempre es positiva para que sepa lo que está consumiendo y lo pueda tener en cuenta".
Julián Madrid Selección de Familia 2015. DOCa Rioja
Sin embargo, lamenta que "con todos los productos que se venden [hablaríamos también de zumos, néctares u otros procesados] pocos van a tener esta información". Una realidad que con el nuevo etiquetado sólo va a afectar al vino, cuando hay muchos más productos que deberían incorporar este tipo de nuevos ingredientes.
Perder de vista al negocio y la unificación
Además, han de asumir "un coste adicional, hacer un QR, te cobran un dinero por redirigir toda esta información", aunque hay matices que incordian más, pues Iker Madrid enfatiza que "no es universal".
Carravalseca Blanco 2022
"Para Estados Unidos no es necesario y algunas de las cosas que vas a poner [para Europa] no las vas a poder poner porque te lo echan atrás y en la Unión Europea te las exigen. Los que exportamos a bastantes países no vemos una unificación y se necesitaría una normativa universal y nos causa perjuicio tener que hacer etiquetas para unos y para otros", recordaba.
"Nosotros hemos utilizado el sistema de Ulabel, que es el oficial de la Unión Europea. El tema es que desde que lo sacaron, ha habido muchísimos cambios y es un poco caos", cuenta Mireia Pujol-Busquets, directora adjunta de las bodegas Alta Alella, está en que, por ejemplo, ya hay bodegas que incluyen el QR.
Un coste anual por cada referencia
"Nosotros no lo tenemos, pero dentro de la DO Cava, en el nuevo cintillo, hay un QR donde aparece toda la información de elaborador integral, guarda superior, zonas y subzonas… Ahora el consumidor se encontrará con dos QR en muchos casos, que para mí puede ser un poco caos".
Alta Alella Mirgin Opus 2019 con estuche
A eso se junta un extra de trabajo para muchas bodegas, especialmente las pequeñas o las que tienen muchas referencias. "Si entras en la aplicación de Ulabel desde un punto de vista de bodega te genera mucho más trabajo porque tienes que generar una plantilla por cada producto y, aparte, por cada añada. Cada añada tiene un QR diferente", lamenta.
"Es muy difícil unificar las añadas, no por los ingredientes, porque en nuestro caso es solo mosto y sulfitos, pero a veces el grado no es exactamente el mismo. Tienes que crear un QR cada diferente y una ficha por cada añada y no puedes reusar contraetiquetas y esto es cada vez más gasto", comenta.
Indica, además que, "ahora han añadido el concepto ingredientes y pasa lo mismo, y ahora tiene que aparecer el idioma oficial de cada país. En nuestras etiquetas o en bodegas de nuestro estilo, los sulfitos te aparecen en 20 idiomas porque no vas a hacer una contraetiqueta para cada país y eso es súper costoso".
Parvus Syrah 2021
Un mismo problema que toma con la información nutricional porque "está bien que aparezcan las kilocalorías en la etiqueta, pero hay algo que es complicado y es el lenguaje. Hay vinos que pueden llevar diferentes ácidos. No es nuestro caso, pero puede haber tartárico, ascórbico y, cuando un consumidor lo lea pensará 'qué es esto, madre mía' porque no hay una cultura científica y a mí me da miedo que esto genere malas reacciones", asegura.
Con este cambio se acaban las diferencias que había a nivel etiquetado entre el vino y los productos alimenticios, pues el vino estaba exento de proporcionar ingredientes y valores nutricionales, tal y como todavía sucede con las bebidas alcohólicas de alta graduación.
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