Me resulta inevitable llamar a las alcachofas como se las conoce aún en muchos rincones de la huerta de Murcia y regiones cercanas y que, como era de esperar, viene del árabe. Esta peculiar verdura, que en realidad es una flor y casi parece salida de tiempos prehistóricos, despierta pasiones en la alta cocina pero yo la sigo viendo como un producto humilde muy ligado a mis raíces.
Al principio del invierno viven uno de sus mejores momentos de la temporada, que en mi caso particular se inaugura en las fiestas navideñas al volver a casa cuando mi progenitora recupera la receta que lleva bordando toda mi vida. Me gusta cocinarlas de muchas otras maneras, pero al final siempre vuelvo a este sencillo plato que tanto reconforta en las noches más frías.
Las alcachofas al estilo de mi madre son en realidad también de herencia de mi abuela, y muy probablemente de mi bisabuela, una receta sencillísima de cocina tradicional casera sin florituras.
Una vez tenemos limpias las alcachofas de las hojas más duras externas, parte del tallo y las puntas, el resto es coser y cantar y casi se puede hacer a ojo. Básicamente consiste en hacer un guiso muy sencillo o cocción en salsa ligera a base de limón, ajo, vino blanco, perejil y pan rallado.
A veces las enriquecemos con unos piñones previamente tostados, y si quiero convertirlo en un plato completo me gusta servirlas con huevo cocido o escalfado, y siempre con buen pan de masa madre al lado. Los que no sean ovolactovegetarianos seguro que disfrutarán añadiendo unos taquitos de jamón o algún velo ibérico, como suelen hacer hoy en hostelería.
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En DAP | Alcachofas confitadas
En DAP | Alcachofas en microondas
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