En el mundo del vino espumoso se da una curiosa ironía: no hay champagne tinto. O champagne rouge, si hablásemos en francés. Una ironía cargada de una realidad igualmente jocosa, pues de las tres variedades de uvas que se pueden utilizar para hacer champán, dos de ellas son tintas.
Sin embargo, el champán tinto no existe. Y no existe porque está prohibida su elaboración desde hace más de 100 años. Para entenderlo, hay que retrotraerse a finales del siglo XIX, cuando una plaga llamada filoxera arrasó con el viñedo francés y europeo. Aquella epidemia supuso la ruina para miles de agricultores y de bodegueros de todo el Viejo Mundo.
Pero, ¿qué tiene que ver la epidemia para justificar que no exista el champán tinto? Pues para entenderlo hay que prestar atención a los cambios que, una vez ya más o menos recuperado el sector, se vio obligado a hacer para defender sus vinos como un producto de calidad diferenciada.
Corría el año 1927 cuando los productores de Champagne deciden, para diferenciarse y dejar claro cuál es su producto, establecer unos límites a la producción del vino, tanto geográficos como de tipos de uvas y de vinos.
Es aquí cuando se establece ese primer corte donde se delimita el espacio que, oficialmente, serviría para llamar champagne. También el momento en que se determinan las variedades que se podrán utilizar para su elaboración. Siete, aunque son tres las que copan el 99% de la producción.
Por un lado, la blanca chardonnay (alrededor del 26% del viñedo) y, por el otro, las tintas pinot noir y pinot meunier, cuyos porcentajes de plantación son relativamente parejos, correspondiendo a cada variedad un 37% del territorio.
También sería aquí, varios años antes de que se conformase la AOC Champagne (la Apelación d'Origine Protégée, lo que sería una denominación de origen protegida o DOP) y también antes de que se formarse el Comité Interprofessionel du vin de Champagne (de 1941), que además establecería las reglas de elaboración, cuando se determina qué tipos de champagne se pueden hacer.
El champagne tinto: el champagne prohibido
Es en este preciso momento en que los productores deciden que no puede existir la categoría de champagne rouge —lo que llamaríamos champán tinto—, prohibiendo su elaboración. Detrás del motivo, la historia que ha ido detrás del concepto champagne como un vino más o menos transparente, cuya parte de éxito ha sido comprobar esa limpieza y claridad, que se aprecia tanto en los champagnes blancos como en el champagne rosé.
Además de esa realidad, hay una cuestión práctica, que también sería la que justificaría el porqué de que no haya otros espumosos tintos. No lo hay en el cava y tampoco en el prosecco, pues este tipo de espumosos tienen contenidos relativamente bajos en azúcar, propiciados por el tipo de uva y también por su nivel de maduración.
Algo que, a priori, no sucedería en las uvas tintas, que maduran más tarde y, además, contienen más azúcar. Además, serían vinos con más estructura, más grado alcohólico y más potencia de lo que se suele concebir en Champagne, por lo que se perdería delicadeza, complejidad y ligereza.
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Hacer champagne o espumosos con uvas tintas supone más complicaciones, tanto en la vendimia como en la maceración del vino, así como en su fermentación, motivo por el que la complejidad también desaconseja su producción. No obstante, hay algunas excepciones como son determinados lambruscos italianos, que sí son tintos. La curiosidad final es que sí hay vinos tintos en Champagne, pero no son espumosos.
La excepción del champagne tinto: el Coteaux Champenois
Se elabora en la región de Champagne, pero no es un espumoso. Los vinos dentro de la AOC Côteaux Champenois son vinos tintos tranquilos —sin burbujas— que se producen dentro de esta zona geográfica.
Su producción es muy poca, prácticamente residual, y son auténticas rarezas pues Champagne —como región— es particularmente fría y siempre dificultaba la maduración de las variedades tintas hasta alcanzar un nivel de azúcar óptimo que las hiciera útiles para elaborar vinos tintos.
Justo lo contrario de lo que pasa en Borgoña, una de las dos grandes zonas de tintos franceses (además de Burdeos), situada al sur de Champagne, donde las uvas sí maduran un poco mejor y permiten elaborar tintos de calidad y renombre internacional.
No obstante, hay dos consideraciones que merecen ser tenidas en cuenta. La primera es que la AOC Champagne sí permite que sus espumosos rosados se hagan mezclando vinos blancos y tintos. Esta permisividad es una anomalía en prácticamente cualquier otro rincón del mundo a la hora de hacer rosados, pero ellos sí lo permiten, que es lo que se conoce como Rosé d'Assemblage. No obstante, son una parte muy minoritaria de todo el champagne rosé.
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La otra consideración es el cambio climático. A medida que la temperatura media está subiendo en Champagne, la maduración de estas variedades tintas —que antes no se conseguían siempre en un estado óptimo— está siendo más completo, razón por la que los vinos de la AOC Coteaux Champenois empiezan a cobrar nuevo pábulos. Pero no, oficialmente no hay champagne tinto ni champagne rouge.
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