En las calurosas noches de verano no apetece nada liarse en la cocina. Muchas veces nos contentamos con una cena de picoteo, tirando de embutidos, latas y quesos. No hay que preparar nada y siempre apetece.
Pero, ¿qué tal si disfrutamos de nuestras propias conservas caseras? Hacer mejillones en escabeche no tiene ningún misterio y aunque esta no es la mejor época para el bivalvo, si es cuando lo encontramos más barato: a poco más de tres euros el kilo.
La belleza de esta receta radica en su simplicidad. Comenzamos cocinando los mejillones al vapor y, luego, preparamos el fantástico escabeche que siempre encontramos en las latas. Pero mejor. Solo tenemos que calentar en una sartén con aceite caliente el ajo, el laurel, la pimienta y el tomillo, hasta que los ajos se doran y todo comienza a oler a gloria. Aquí es cuando añadimos un toque de harina y pimentón, seguido del vinagre. El último paso es bañar los mejillones en esta salsa y dejarlos reposar en la nevera, impregnándose de ese sabor tan característico.
Aunque los mejillones en escabeche caseros no aguantan tanto tiempo como los de lata (que van pasteurizados), puedes hacerlo en grandes cantidades, pues aguantan en buen estado más de una semana.
Ni que decir tiene, además, que se trata de una opción muy saludable para la cena. Los mejillones son bajos en grasa, pero ricos en proteínas de alta calidad. Además, aportan una buena cantidad de vitaminas del grupo B, yodo y selenio, todos esenciales para un organismo en pleno rendimiento.
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Si os sentís creativos y con ganas de innovar, podéis jugar con diferentes especias para el escabeche. ¿Y si añadimos un poco de cúrcuma para un toque exótico? O, por qué no, un chorrito de vino blanco en lugar de parte del vinagre para suavizarlo. Y si os apetece probar otros escabeches os recomiendo la receta de sardinas en escabeche, un pescado que está aún de temporada.
Los que somos madrileños seguro que acompañamos los mejillones con unas buenas patatas chips, como manda nuestra tradición tabernaria, algo que le recomiendo a todo el mundo. Y de beber nada mejor que una copa de albariño bien fresquito.
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