Finales de 2020. La pandemia va remitiendo, podemos salir a comer de nuevo y en los corrillos gastronómicos de Madrid no se habla de otra cosa. Picones de María es el restaurante de moda.
¿El motivo? Lo contamos en un reportaje anterior: una cocina de altísimo nivel oficiada por el treintañero Jorge Muñoz, formado en el biestrellado Mugaritz (San Sebastián) y en La Tasquita de Enfrente (Madrid), junto a la sexagenaria María Meño, su exsuegra.
Era una historia tremendamente jugosa para los medios, un restaurante con meses de lista de espera en el que, como explicaba Pilar Salas para EFE, “un joven aficionado al punk y formado en la alta cocina comparte fogones con una veterana habituada a preparar humildes menús del día”.
En abril de 2021, en plena cresta de la ola, Muñoz anunció que dejaba Picones de María. El motivo, según explicó a DAP Jesús Peinado –marido de Meño y propietario, junto a ella, del restaurante–, es que “lo que él quería no podía ofrecérselo”. También debió tener algo que ver la ruptura de la relación que Muñoz mantenía con la hija del matrimonio, Rebeca Peinado, que oficiaba también en la sala.
Del estrellato al ostracismo
Solo hace unos meses Muñoz inauguró su nuevo restaurante: OSA, un fastuoso proyecto situado en un chalet de la ribera del Manzanares. Con solo dos menús degustación, de 120 y 180 euros. La prensa que ha sido invitada al restaurante antes de su apertura habla maravillas de la propuesta.
Mientras, Picones de María continúa abierto; pero desde la marcha de Muñoz prácticamente nadie ha hablado de lo que se está haciendo en el restaurante. Ha desaparecido del mapa. Basta una sencilla búsqueda en Twitter para ver que los últimos mensajes que hay sobre el restaurante hablan de la marcha de Muñoz o de su nuevo proyecto: no hay una sola mención a la cocina actual del establecimiento.
“Al poco de marcharse, a las pocas semanas, una compañera tuya hizo un comentario diciendo que ya no era lo mismo”, explica a DAP Peinado. “Pero no había ido. La gente dice que ya no es lo mismo sin haber vuelto. Y sienta mal, porque no tiene sentido”.
Meño, que sigue encargándose de los fogones, no tiene malas palabras para su exyerno: “Nosotros con Jorge hemos tenido una relación muy buena siempre y le hemos querido como a un hijo. A mí no me sentaba mal que dijeran que el hacia todo. No me importaba”.
Pero, insiste el matrimonio, Muñoz no hacía todo. Ambos reconocen que el joven dio una vuelta de tuerca a la propuesta del restaurante, y tenía muy buenas ideas, pero también aprendió de su exsuegra, responsable de algunos de los éxitos del restaurante como la ensaladilla rusa o las croquetas.
“Parece ser que cuando se va alguien ya no merece la pena venir, que no es lo mismo, pero es que seguimos con los mismos proveedores, seguimos haciendo lo mismo y mejorándolo”, insiste Meño.
Picones de María sigue mereciendo la pena
Vuelvo a Picones de María más de dos años después de mi primera visita, a principios de 2021, antes de que Muñoz dejara el restaurante. Lo hago invitado por Peinado: quiere que comprobemos que sigue mereciendo la pena.
La pequeña sala, con solo cinco mesas, está llena, pero el propietario reconoce que, desde que se fue Muñoz, las cosas no van como antes: sigue habiendo un público fiel, pero son pocos los que han vuelto desde su marcha.
La propuesta no ha cambiado un ápice: una carta con productos de temporada con la que se elabora un menú al gusto de cada comensal que sale en torno a los 60 euros. Los platos siguen recordando, para bien, a lo que uno puede disfrutar en La Tasquita de Enfrente, aunque en un rango de precios inferior y producto no tan deslumbrante –pero de calidad notable–.
Siguen estando en un altísimo nivel los ya clásicos de la casa como la ensaladilla rusa, las croquetas, la ostra con escabeche de gallina o el canapé de sardinilla ahumada con velo de panceta. Pero en este tiempo han ido entrando y saliendo platos. En nuestra vista probamos por vez primera unos excelsos judiones con perdiz y una oreja con salsa brava distinta a la que probamos en nuestra primara visita, pero mejor si cabe.
Meño solo pide una cosa: “Que la gente venga, coma, y lo pruebe. Queremos tener una relación calidad precio que permita que todo el mundo pueda venir y probarlo”.
Qué pedir: Picones de María tiene una carta apetecible y es fácil pasarse con la comanda. Lo ideal es pedir algunos entrantes y pinchos para compartir –son imprescindibles la ensaladilla y las croquetas– y finalizar con alguno de los platos principales. Los jueves, a partir de mediados de octubre, sirven también su reputado cocido madrileño.
Datos prácticos
- Dónde: C. de Simancas, 12. Madrid
- Precio medio: 60 euros.
- Reservas: 914 59 99 09 y en su página web.
- Horarios: cierra lunes y domingo.
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