Hay una tradición de Semana Santa, más allá de las torrijas, muy divertida y que a los niños les encanta: los huevos de Pascua. Si bien lo más sencillo es salir e ir a una pastelería a comprarlos, podemos pasar una entretenida tarde en familia preparando nuestros huevos de pascua caseros, y para eso hoy os traemos las indicaciones básicas que tenéis que tener en cuenta para que os salgan casi, casi, como de confitería.
La tradición de los huevos de Pascua se mantiene a lo largo de los siglosy es que todo los que lleve chocolate nos suele apasionar, así que si os intriga saber de dónde procede la costumbre de preparar y regalar huevos de Pascua no os perdáis el artículo en el que os contábamos el origen de esta costumbre.
Eso sí, para realizar los huevos de Pascua tendréis que haceros con una buena cobertura de chocolate, chocolate de calidad y que tenga la propiedad de ser bastante fluido, pues entre otras de esa característica dependerá que vuestros huevos de Pascua queden finos y con apariencia profesional.
Además debéis de tener en cuenta que vais a necesitar un molde especial para huevos de chocolate. Cuando lo vayáis a comprar veréis que hay moldes en diferentes materiales y de distintos precios, pero si os queréis hacer con uno que os asegure un desmoldado perfecto, os aconsejamos que sea de policarbonato. Los moldes de este material si se cuidan bien duran muchos años, por lo que cada Pascua tendríais que comprar simplemente el chocolate.
Pues después de estas sencillas explicaciones, nos ponemos manos a la obra para elaborar nuestros huevos de Pascua de chocolate caseros.
Comenzaremos limpiando el molde para hacer el huevo con algodón y un poco de alcohol. Lo dejamos secar.
Después templaremos nuestra cobertura de chocolate. Para eso fundimos el chocolate a una temperatura de 45 grados centígrados en un baño maría con mucha precaución de que no nos entre agua ni pequeñas salpicaduras de ésta que podrían arruinar nuestro trabajo.
Vertemos 2/3 del chocolate fundido en una superficie fría de mármol o granito seca. Mantenemos el chocolate en continuo movimiento agitándolo con una espátula o rascador.
Seguimos moviendo hasta que el chocolate empiece a espesar, su temperatura habrá bajado unos cuatro o cinco grados por debajo de su temperatura de trabajo, aquí se producirá la cristalización. Para comprobar este punto se medirá con el termómetro de cocina o bien veremos que se forman picos cuando dejamos caer el chocolate de una espátula.
Vertemos el chocolate de la superficie de trabajo de nuevo al bol encima del tercio de chocolate fundido que habíamos reservado, movemos cuidadosamente para unirlos y homogenizarlos. Medimos la temperatura final con el termómetro de cocina hasta llegar a la de uso según el tipo de chocolate que estemos empleando. Debemos mirar en el envase de nuestra cobertura cuales son las temperaturas de trabajo de cada chocolate.
Una vez templado el chocolate, lo vertemos en el molde, le damos unos golpecitos para evitar que se formen burbujas de aire.Damos la vuelta al molde sobre el bol y le damos de nuevo unos pequeños toques al molde para eliminar el excedente de chocolate.
Colocamos el molde del revés sobre papel sulfurizado. Esperamos a que el chocolate se endurezca, unos 15 minutos a 18 grados. Despegamos el molde del papel y retiramos los restos de cobertura con un cuchillo o una rasqueta de chocolate. Hacemos la misma operación con la otra mitad.
Ponemos los moldes 20 minutos en la nevera para desmoldarlos. Para juntar las dos piezas, derretimos ligeramente la parte inferior de cada mitad sobre la superficie de una olla o una bandeja de horno previamente calentada. Este es el momento de meter dentro las sorpresas. Las unimos y esperamos unos minutos para que se adhieran firmemente.
Para manipular las cáscaras de chocolate poneros guantes de latex, así evitaréis que os queden huellas de los dedos. Podéis hacer como nosotros y pintar el huevo con colorante oro liposoluble para darle un toque más sofisticado.
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Con qué acompañar el huevo de pascua
Los huevos de pascua, si son de buen chocolate. se comen solos. Podemos acompañarlos con alguna de las sorpresas que hayan metido en su interior, y seguro hacen las delicias de pequeños y grandes de la casa.
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