Siempre que se menta Nápoles en una conversación quienes han estado cuentan lo mismo: es un caos, está sucio y los pasos de cebra y semáforos están de adorno. Parece una exageración, pero es completamente cierto.
El centro histórico de Nápoles es un auténtico desmadre en el que las hordas de turistas son atravesadas por gente que va a toda leche en moto, fumando, hablando por el móvil y, con bastante frecuencia, sin casco. Pero, tranquilo, te esquivan con una precisión sorprendente.
Las calles están llenas de mercadillos a aire libre en los que se vende de todo –incluido tabaco de contrabando, a dos euros la cajetilla– y si llegas de noche, la ciudad puede resultar bastante hostil.
En cuanto te acostumbras a cruzar la calle como los nativos la ciudad se torna fascinante
A diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de ciudades europeas, el centro de Nápoles no ha sido gentrificado en absoluto. Muchas familias viven en los bajos de las casas y hacen su vida en la calle; lo que incluye, por ejemplo, tener la lavadora en la acera.
Dicho esto, en cuanto te acostumbras a cruzar la calle como los nativos –nadie se va a parar para que pases, hay que hacerlo con decisión y sin miedo–, la ciudad se torna fascinante. La antigua capital del reino de Nápoles es la tercera ciudad más grande de Italia y está repleta de monumentos y museos que merece la pena visitar. Y, claro está, cuenta con una de las gastronomías más vibrantes del mundo.
Qué comer en Nápoles
Pizzas y frituras
Nápoles es y será siempre conocida por ser la cuna de la pizza, cuya elaboración está incluso protegida por la Unesco, que la declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La ciudad está repleta de pizzerías, casi todas con horno de leña, precios muy asequibles y un nivel altísimo.
La ciudad está repleta de buenas pizzerías
Hay que tener en cuenta que en casi ninguna pizzería admiten reservas, por ello en las casas más conocidas, como Sorbillo o De Michele hay que esperar cola para comer. Aunque van rápido –son locales enormes y las pizzas se preparan en minutos–, tenemos que plantearnos si merece la pena esperar. Lo cierto es que no hay mucha diferencia entre estas pizzerías y otras que están al lado y no tienen nada de cola. En frente de De Michele está, por ejemplo, Trianon, otra pizzería histórica, parecida, más barata y en la que no hay que esperar.
Estando en Nápoles es imprescindible probar las variedades más sencillas, como la Margarita o la Marinara –solo de tomate y ajo–, que no suelen pasar de los seis euros, pero lo cierto es que la pizza no es lo que más sorprende de la gastronomía de la ciudad. Hoy por hoy se pueden encontrar en casi cualquier ciudad de España pizzas de calidad similar a la de Nápoles, pero hay otros hitos de su gastronomía que apenas han salido de allí.
Napolés está repleto de freidurías. En estos locales se sirven los famosos cuoppo, cucuruchos de frituras para llevar, que incluyen diversas especialidades parecidas a buñuelos y croquetas, así como un pescado frito similar al andaluz (y, en algunos sitios, igual de bueno).
También en las freidurías se prepara la pizza frita, una de las especialidades locales más queridas de los napolitanos y que apenas se ha exportado. Se trata de una pizza doblada o superpuesta que se rellena de algunos ingredientes sencillos y se fríe como si de un buñuelo se tratase. Imprescindible probar la que hacen en 1947 Pizza Fritta Napoli, la mejor de la ciudad.
Además de las pizzas y frituras, la comida callejera de Nápoles cuenta con otras especialidades como los bocadillos que se preparan en las salumerias –tiendas de ultramarinos muy populares en Nápoles– o la frittatina di pasta, una tortilla que se elabora con las sobras de pasta.
No te pongas nervioso, cuenta con que no vas a poder probarlo todo y, por muy suculenta que parezca, la comida callejera no es lo mejor que puedes comer en la ciudad.
Pasta, carnes y pescado
Al margen de pizzas y frituras, Nápoles cuenta con una tradición culinaria súper rica en lo que respecta a pastas y platos de carnes y pescados. Los locales son, en general, humildes, pero la comida es buenísima y súper barata. No sueles salir por más de 20 euros por persona con vino –el de la casa se suele servir por menos de 10 euros el litro– y se puede comer muy bien por en torno a 12 euros.
Comer con vino e las trattorias no suele pasar de los 20 euros
A diferencia de lo que ocurre en las pizzerías, en la mayoría de trattorias y osterias sí se puede reservar, algo casi obligatorio en temporada alta, pues muchas de las mejores son locales pequeños que se llenan enseguida. En el centro histórico recomendamos no perderse la Trattoria Enoteca Campagnola o La Taverna Del Buongustaio, y en entre Chiada y el Quarteri Spagnolo es imprescindible visitar la Osteria Della Mattonella.
En Nápoles hay también algunas pescaderías que cuentan con restaurante, a pie de calle, en el que se elaboran frituras y sencillos platos de pasta. Una de las comidas que más disfrutamos en nuestro viaje la hicimos en la Pescheria Azzurra, en pleno mercado de la Pignaseca. Todo está que te mueres y es súper barato.
En casi todos los restaurantes tienen increíbles platos de pasta con marisco o pescado. Es fácil encontrar los spaghetti alla Luciana, con una salsa parecida a la putanesca y pulpo; los spaguetti alle vognole, con almejas; o los spaguetti alle cozze, con mejillones. Y, claro está, el clásico frutti di mare, que lleva generalmente almejas, mejillones y gambas, y suele ser el plato más caro de todas las cartas –aunque es difícil verlo por encima de los 18 euros–.
Además de estos, Nápoles cuenta con tres platos clásicos de pasta que hay que probar sí o sí: el ragú napoletano, una salsa muy reducida de tomate con carne; la genovese, un estofado de carne con mucha cebolla; y la pasta e patate, un plato de cuchara súper típico de la región en el que se mezcla pasta y patata con mucho queso.
Son increíbles las albóndigas con salsa de tomate
Al margen de la pasta, merece la pena pedir algunos secondi piatti que siempre tendemos a saltarnos. Son increíbles los polpette al ragú, unas albóndigas elaboradas con la misma salsa con tomate que lleva la pasta, o los alici marinate, la versión napolitana, ligeramente picante, de nuestros boquerones en vinagre. También es súper típico la salsiccia e friarielli, una salchicha acompañada con un tipo de berza local que, dada la competencia, no nos dio tiempo a probar.
Tampoco logré probar por falta de tiempo algunos de los platos típicos de casquería que se sirven en las tripperias. El más emblemático es solo para los valientes: o pere e o musso, literalmente, “el pie y el hocico”, que no es otra cosa que pata, morro y callos, cocidos y acompañados solo de limón.
Los dulces
Nápoles cuentan con una gran tradición repostera, pero, personalmente, es la parte que menos me gusta de su comida. En general en Italia son amantes del dulce muy dulce y Nápoles no es una excepción.
En Italia son amantes del dulce muy dulce y Nápoles no es una excepción
Es muy típica la sfogliatella, una especie de hojaldre crujiente que se rellena de crema pastelera o pistacho, y los taralli, una suerte de rosquillas duras que se sirven tanto en versión dulce como salada. El otro poste típico de Nápoles, que es el que más me gusta, es el babá, un bizcocho borracho de ron que suelen tener como postre en los restaurantes pero que se encuentra también en todas las pastelerías.
Lamentablemente, Nápoles es una ciudad donde no hay muchas heladerías y hay pocas buenas. Son mejores los helados del norte de Italia.
Qué ver en Nápoles
La mayoría de turistas pasan por Nápoles como parte de un viaje más amplio por Italia y dedican a su visita muy pocos días. Ten en cuenta que si quieres visitar Pompeya –y quieres visitar Pompeya– vas a gastar allí un día entero. Como mínimo necesitas otros dos para ver solo lo más interesante de la ciudad, pero puedes pasar perfectamente una semana o diez días en Nápoles si quieres visitar también parte de la costa Amalfitana, el increíble yacimiento griego de Paestum o las vecinas islas de Capri, Ischia o Procida.
Si vas a hacer este plan, o similar, es recomendable sacarse la tarjeta Artecard, que funciona mediante una aplicación en el móvil y, por diversas tarifas, incluye entradas a muchos de los museos y monumentos. Suele salir a cuenta, sobre todo, porque incluye la entrada a Pompeya, que es la más cara y hace que, prácticamente, te salgan gratis el resto de atracciones incluidas.
Si cuentas solo con dos días estas serían mis prioridades.
Día 1
Mañana: paseo por el centro, duomo y capilla San Severo
Una visita a Nápoles comienza casi a la fuerza en el centro histórico, donde se concentran las mayores atracciones turísticas. Hay dos calles principales que cruzan el barrio, por las que merece la pena pasear: Via Forcella y Via del Tribunalli. En nuestra visita estaban repletas de banderolas y pancartas que celebraban el tercer título de Liga del Napoli, con efigies de Maradona en cada esquina. No parecía que fueran a quitarlas en ningún momento.
Para visitar la Cappella Sansevero hay que sacar las entradas con al menos un día de antelación
Si nos levantamos pronto y vamos a buen ritmo, en una mañana da tiempo a visitar algunos de los monumentos principales de esta zona, que están pegados: el duomo, la basílica de San Lorenzo Maggiore, el Pio Monte della Misericordia –una pequeña galería de arte que tiene uno de los mejores cuadros de Caravaggio– e, imprescindible, la Cappella Sansevero. Para esta última, una de las obras más importantes del barroco italiano que es quizás la mayor atracción de Nápoles, es imprescindible sacar entrada con al menos un día de antelación.
Tras estas visitas, mi recomendación es ir a visitar el mercado de la Pignaseca, comer en la Pescheria Azzurra y, después, tomar un café y un dulce en Luciano Mazzone. Desde allí tenemos a tiro de piedra la estación de Montesanto, desde la que sale el funicular que lleva al barrio de Vomero, donde pasaremos la tarde.
Tarde: Certosa e Museo di San Martino
Al llegar a Vomero, el barrio pudiente de Nápoles, parece que estás en otra ciudad. Aquí todo está más limpio, la gente no va en chándal y no se ve tanto trapicheo. Pero no hemos subido hasta aquí para hacer el pijo, sino para visitar otra de las atracciones ineludibles de Nápoles: la Certosa e Museo di San Martino.
Desde la cartuja de San Martino tendremos las mejores vistas de Nápoles
Esta cartuja, próxima al castillo de Sant’Elmo (que nos podemos saltar), tiene una fastuosa iglesia barroca repleta de frescos, pero, además, el antiguo monasterio es ahora un museo con obras de los mejores artistas de la pintura napolitana del siglo XVII. Desde su precioso jardín se puede disfrutar, además, de una de las mejores vistas de Nápoles, con el Vesubio dominando el paisaje (en la foto de apertura).
Tras visitar la cartuja podemos regresar al centro para comer en alguna pizzería o freiduría o dar un paseo por Vomero, donde también hay buenas opciones para cenar –está una de las pizzerías más famosas de Nápoles, Errico Porzio, pero hay siempre una cola kilométrica–.
Día 2
Mañana: museo arqueológico
En Nápoles hay muchos museos interesantes, pero si solo estamos dos días es imprescindible visitar el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Cuenta con echar toda una mañana en el museo arqueológico. Merece la pena
El museo es conocido por albergar los frescos y mosaicos más importantes de la vecina Pompeya, que ocupan casi toda la segunda planta. Solo por esto es obligatoria la visita, pero hay mucho más. No hay que perderse la colección de arte egipcio, las estatuas romanas –que incluyen copias de originales griegos– o el famoso gabinete secreto, que concentra las creaciones pornográficas de nuestros amigos los romanos.
Cuenta con echar toda la mañana en el museo. Es grande, así que no está de más hacer alguna pausa en la cafetería que, sorprendentemente, es barata y tiene cosas ricas, como un estupendo granizado de limón.
Desde el Museo vamos a bajar por la Vía Toledo de nuevo al centro histórico para visitar el Monasterio di Santa Chiara. De camino, podemos desviarnos solo levemente para comer en la La Taverna Del Buongustaio o la Trattoria Campagnola.
Tarde: Monasterio di Santa Chiara y Quartieri Spagnoli
La Basílica y el Convento de Santa Clara ocupan una gran extensión en el centro mismo de Nápoles –que incluye, por cierto, uno de los pocos parques infantiles que vimos en la ciudad–.
La iglesia, gratuita, es el más grande templo gótico de la ciudad, pero está casi completamente reconstruida después de que un bombardero aliado la arrasara en la II Guerra Mundial. Lo verdaderamente interesante es el contiguo convento, para el que sí hay que pagar entrada, que cuenta con un increíble claustro del siglo XVIII decorado enteramente con azulejos policromos y frescos. El conjunto alberga también uno de los más completos belenes napolitanos.
Tras ver el monasterio, depende del tiempo que tengamos, podemos bajar hacia el mar para ver el Castel Nuovo, el Teatro di San Carlo y el Palazzo Reale di Napoli. Desde allí, tenemos a tiro de piedra el famoso Quartieri Spagnoli, un enjuto entramado de calles que condensa toda la esencia napolitana –aquí sí, mucho cuidado con las motos, que van endiabladamente rápido– y sede del famoso mural de Maradona, que es todo un santuario dedicado al astro argentino del fútbol.
Nápoles, Pompeya y la Costa Amalfitana 3 (Guías de País Lonely Planet)
En el quarteri hay bastantes bares y restaurantes, pero os recomendamos bajar un poco hacia el cercano (y más elegante) barrio de Chiaia y acabar nuestra visita cenando en la Osteria Della Mattonella, un precioso restaurante que cuenta con todos los clásicos napolitanos perfectamente ejecutados y a precios asequibles.
Mis agradecimientos por las interesantísimas recomendaciones gastronómicas que me brindaron Anna Mayer, Victoria Diges y Carlos Maribona antes de emprender este viaje.
Imágenes | txmx 2/Paolo Villa/Museo Sansevero/Berthold Werner
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