48 horas en Madeira: qué ver y qué hacer en la hermana portuguesa de las Islas Canarias

48 horas en Madeira: qué ver y qué hacer en la hermana portuguesa de las Islas Canarias
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Dos días son pocos para gozar de la isla de Madeira. Atrapa, engancha y pide más. Frondosa, generosa y verde, Madeira bien podría ser la hermana portuguesa de las Islas Canarias. A un salto de avión desde la península —apenas tres horas— y a corta distancia de las propias Canarias, Madeira es aún un tesoro por descubrir para el turista español.

Quizá no tanto para el británico —o para el francés, incluso para escandinavos y centroeuropeos— que junto a los propios portugueses constituyen el grueso turístico de una isla que, insistimos, es difícil de abarcar en sólo 48 horas.

Perfecta para una escapada de fin de semana, pero también para estirarla hasta una semana, la isla de Madeira atrapa. Funcional, accesible y bien comunicada por carretera, el mito macaronésico de islas complejas y lejanas ya es un recuerdo del pasado cuando se habla de Madeira.

Eso no significa que no conserve su encanto, pero sí que es mucho más accesible, tanto por avión como por carretera una vez que se ha aterrizado en ella. Patria chica del futbolista Cristiano Ronaldo, Madeira es mucho más que devoción por el mejor de sus embajadores.

Es tierra de vinos dulces. También de descubrir frutas tropicales que para el español sonarían a chino. De espetadas y de poncha, la bebida por excelencia de la isla —ron mediante—, pero también de la arquitectura manuelina y colonial que tiñe ciudades como Funchal, su capital, o de un pasado hilado entre bordadoras y paño que aún resiste a los tiempos modernos.

Bendecida por un clima mediterráneo —a pesar de estar en pleno Atlántico— refrescante, salpicado puntualmente por lluvias muy tenues, Madeira comparte ese tiempo amable que encontramos también en algunas islas de Canarias, donde los 20º centígrados parecen ley.

Día 1: Funchal y la costa sur

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Funchal, capital de Madeira.

Madeira no mintió a João Gonçalves Zarco, el descubridor que la puso en el mapa en el año 1418. Su nombre no engañaba. Madeira no significa otra cosa que 'madera' y es aquello lo que chocó a aquellos navegantes que vislumbraron una salvaje y verde isla a unas 360 millas náuticas de Lisboa, mientras ponía rumbo a África.

Mañana: mercados, bordados y jardines tropicales

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El Mercado dos Lavradores, siempre abarrotado de locales y de turistas.

Madeira invita a madrugar. Sobre todo si queremos aprovechar al máximo nuestra presencia en la isla y vamos justos de tiempo. No recomendaríamos correr, sino alargar la estancia varios días, pero va en gustos.

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La poncha es la bebida típica de Madeira —junto al vino— y se suele tomar como aperitivo, junto a cacahuetes y altramuces, y se elabora mezclando zumo de frutas con ron agrícola.

Lo que sí aconsejamos, una vez en Funchal, es dejarnos caer por el Mercado dos Lavradores, en el centro de la ciudad, y donde dejarse atrapar por sus colores y esencias tropicales. Pimientos picantes, maracuyás de infinidad de tipos, piñas —una de las mejores frutas de la isla—, plátanos, mangos… No olvidemos que Madeira es subtropical, como Canarias, y que sus campos son un tesoro todo el año.

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Un puesto de frutas en el Mercado dos Lavradores.

Allí también está el mercado de pescado, donde sorprenderse con uno de los pescados estrella de Madeira, el sable —a veces mal denominado pez espada— y con el atún, tanto blanco como rojo. Allí también verás mariscos como los carabineros y una abundante presencia de lapas, todo en un mercado abierto al público y con un sinfín de mesas corridas con la pesca del día que es un auténtico lujo contemplar. También besugos, a precios irrisorios para el público español y pescados comunes en la zona atlántica como pargos, urtas y viejas.

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Mercado dos Lavradores. ©Miguel Moniz / Visit Madeira

También podrás encontrar algunos puestos o panaderías donde comprar el popular bolo de caco, muy típico como desayuno. Tras el affaire del mercado, no lejos recomendamos echar un vistazo a Bordal - Bordados da Madeira, una casa de bordados donde se sigue trabajando, pero que también tiene una parte museística.

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Bordados típicos de Madeira en Bordal.

Todo ello ubicado en el casco histórico de Funchal, otra opción igualmente amable es recorrer el suelo ajedrezado de la capital, donde encontraremos además su curiosa catedral, bajo esa impronta del estilo manuelino y colonial, o el Palacio de S. Lourenço

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Jardín Botánico de Madeira. ©Francisco Correia / Visit Madeira

Como colofón a la mañana madeirense, una buena opción es coger el funicular y acercarse al Jardín Botánico de Madeira. 10 hectáreas de jardín, más de 2.500 especies y un teleférico que por sí mismo es una experiencia son los acicates para acercarse a este vergel que, además, es un mirador de primera para descubrir la bahía de Funchal.

Comer: a pie de playa

En el camino a la Câmara de Lobos, una opción ideal para conocer de primera mano lo que el mar madeirense ofrece es parar a comer en el restaurante Vila do Peixe, con unas buenas vistas sobre la costa austral de la propia isla.

 

Aquí recomendamos probar los mariscos locales como las lapas y los langostinos, pero también las lulas (calamares) a la parrilla o atrevernos con alguna sopa de pescado. También tienen arroces de pescado interesantes y una breve oferta de carnes, además de algunos platos vegetarianos.

Tarde: la calma pesquera y las quintas madeirenses

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Camâra de Lobos. ©Woodland Studio / Visit Madeira

Madeira no abruma, pero Funchal, por ese agitamiento capitalino, puede resultar estresante. Por eso, un buen plan para la tarde madeirense sería acercarse a las playas de la isla de Porto Santo, muy recomendables con algo más de tiempo vía ferry. Si fuéramos más justos, una opción ideal es acercarse a Câmara de Lobos, un discreto pueblo a apenas 15 kilómetros de Funchal.

Repleto de encanto pesquero y de tranquilidad, Câmara de Lobos bien merece un paseo y, además, acercarse a uno de los miradores más espectaculares de toda Europa. Hablamos del Mirador de Cabo Girão, a 580 metros de altura y con un suelo acristalado al estilo skywalk, que es el contrapunto excitante ideal para la calma del pueblo.

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Cabo Girão. ©Ricardo Faria Paulino / Visit Madeira

Tampoco lejos, si queremos dar nuestros primeros pasos en el mundo del vino de Madeira, está Bodegas Barbeito. Quizá no sea la más tradicional ni la más famosa, pero sí es una de las bodegas que mejor vino de Madeira está haciendo, tanto en sus versiones dulces más populares como en vinos tranquilos.

 

Además, sorprenderá al visitante español el hecho de ver que los vinos de Madeira se suelen plantar en emparrados, al contrario de lo que se hace en España habitualmente. Esta técnica tiene que ver, sobre todo, con proteger a las uvas con las hojas y así evitar una excesiva maduración.

Cenar: pescados céntricos

De nuevo en Funchal, si tenemos como base el centro de la ciudad, una de las mejores opciones para cenar es acercarse a Peixaria do Mercado. Este restaurante tiene un horario ininterrumpido, está ubicado en el Mercado dos Lavradores y abre hasta las 23:30, por lo que es perfecto para las cenas españolas

 

Tiene precios asequibles, se surte de los pescados de la propia lonja del mercado y su carta es muy fácil de comprender —y de saborear— donde destacamos de nuevo las lapas a la parrilla, el pez sable en tempura, el tataki de atún o los pescados del día a la parrilla.

Dónde dormir

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Las claves para encontrar un buen alojamiento en Madeira o, al menos, en Funchal, están enfocadas a que sea lo suficientemente céntrico como para que nos permita recorrer la ciudad sin complicaciones.

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El rooftop del hotel Barceló Funchal Oldtown, con vistas sobre la catedral. ©Manolo Yllera.

Un buen ejemplo de proximidad y de síntesis con el medio que lo rodea es el recientemente remodelado Barceló Funchal Oldtown, que ha recuperado una antigua fábrica de bordados en pleno centro de la ciudad y que es la base ideal para tener todo a mano.

Dos noches de hotel en Barceló Funchal Oldtown (*****) por 533,00€

Debido a su renovación, el hotel es especialmente tranquilo, además de contar con una piscina climatizada en su terraza, ideal para ver atardeceres y amaneceres, y de disponer de varios servicios de restauración a lo largo de todo el día, convirtiéndose en un cinco estrellas todoterreno para nuestras escapadas madeirenses.

Día 2: la Madeira verde

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Curral das Freiras, un pueblo cercano a Funchal que parece detenido en el tiempo.

Quizá hablar de Madeira verde suene un contrasentido tras ver la parte sur de la isla. Sin embargo, hay una Madeira aún más verde, salvaje y selvática una vez que se cruza la isla en dirección al norte. No olvidemos ese parentesco canario que, por ejemplo, avala el origen volcánico de Madeira y también sus escarpados rincones. Por dejar un dato, el punto más alto de la isla es el Pico Ruivo, con 1.862 metros de altitud.

Mañana: Sao Vicente, miradores y el corazón del vino

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Capilla de Nossa Senhora de Fátima, en São Vicente. ©Joel Santos / Visit Madeira

Cambia el registro, como decimos. Si la parte sur de Madeira destapa bananeiras, la parte norte se consagra a los emparrados. Una de las mejores ideas que podríamos tener es buscar alguna empresa que haga tours off road por caminos y senderos en la parte norte como sucede con Madeira Brave Landers.

Aunque cubren numerosas rutas, algunas de las más espectaculares están en los alrededores de São Vicente, una población consagrada al vino y que se abre sobre el océano con unas vistas que conviene atesorar en la memoria y en la retina.

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Ruta en todoterreno por Madeira. ©Madeira Brave Landers

Toda la costa de Madeira está plagada de miradores. Sin embargo, no dejemos atrás el encanto de los bosques de laurisilva ni ese desconocido carácter volcánico de la isla. Por tanto, aprovechar la visita a São Vicente será más interesante si nos dejamos caer por las cuevas de São Vicente, aunque conviene cerciorarse previamente de si están cerradas o no.

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Playa de São Vicente. ©Visit Madeira

Si queremos además resarcirnos del concepto playa, São Vicente lo pone fácil, que se destapa tras los acantilados de Ribeira Grande y que en esta playa de guijarros negros satisfará a los que necesitan darse un chapuzón en las atlánticas aguas de Madeira.

Comer: una espetada en el corazón de una bodega

Es habitual que en las catas de vino de Madeira se añadan embutidos o quesos mientras se disfruta del vino. Sin embargo, si queremos una comida algo más rotunda, una de las mejores opciones en la zona de São Vicente es acercarse a Quinta do Barbusano.

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Espetada en Quinta do Barbusano.

Además de conocer de primera mano su viñedo, su bodega y cómo elaboran el vino, también se puede disfrutar aquí de una tradicional espetada madeirense, que no es otra que carne ensartada en enormes pinchos y luego asada a la parrilla.

Tarde: la Santana más activa

También en la costa norte, el discreto pueblo de Santana llama la atención del viajero. Al que busca calma, por sus curiosas casas, de techos de paja y forma triangular, que son el vestigio del paso del tiempo por esta pequeña población.

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Casas de Santana. ©Visit Madeira

Sin embargo, también Santana da vida a la actividad. En ella se encuentran algunos de los bosques de laurisilva más imponentes de toda la isla, que se pueden recorrer con diversas actividades senderistas, aptas para todo tipo de perfiles.

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Bosque de laurisilva, en Santana. ©Visit Madeira.

Junto a ello, un creciente turismo de aventura que incluye escalada, coastering y rutas en bicicleta de montaña con las que también dar rienda suelta a la adrenalina que Madeira ofrece, incluyendo la ascensión al Pico Ruivo o al Pico Areeiro, desde los que se dominan las panorámicas de buena parte de la isla.

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Mountain bike en Madeira. ©Tiago Sousa / Visit Madeira

Cenar: una noche en la quinta

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Quinta da Casa Branca.

Todo Funchal —y buena parte de Madeira— está plagado de quintas, que no son otra cosa que antiguas mansiones o palacios, generalmente ajardinados, que se han ido reconvirtiendo en atracciones turísticas u hoteles de lujo.

Un buen ejemplo de ambas es la Quinta da Casa Branca, a las afueras de Funchal, que hoy además aloja un restaurante gestionado por el estrella Michelin portugués Carlos Magno. Para los estándares de Michelin no es un restaurante demasiado caro, pero es más caro que la mayor parte de restaurantes de Madeira.

Aún así, para darse un capricho puntual con una cocina portuguesa con tintes franceses en un entorno apacible y tan nobiliario como la quinta, merece mucho la pena.

Imágenes | Visit Madeira / iStock / Manolo Yllera

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